Y está todo bien el mundo virtual, pero comunicarnos con las personas en la realidad nos está costando. ¿Por qué? Por la cantidad de horas que pasamos frente a la pantalla, las imágenes que vemos nos taladra cabeza, los mensajes largos, la cantidad de grupos de WhatsApp, es tanta la información que nuestros ojos están desorbitados y cuando cae la noche nos sentimos solos.
MOISÉS CÁRDENAS
Venezuela | 7 ENE 2025
Hay una generación que todavía encuentra difícil explorar las redes sociales, en contraste con los nacidos a partir del año 2000. Ellos poseen una clarividencia tecnológica, mientras que los nacidos en el siglo pasado, entre las décadas de los setenta y ochenta, aún recordamos a Tom y Jerry, Mazinger Z, las carcajadas de Alf y el ritmo musical de los años noventa con Culture Beat y su hit Mr. Vain.
Los que llegaron a este mundo en el año 2000 son jóvenes que agilizan sus dedos sobre el celular mientras los emojis van y vienen, y los reels avanzan rápidamente ante sus miradas.
Hay algo común entre los que somos del siglo pasado y los de ahora: nos une la soledad. Quizá te preguntes por qué la soledad, si se supone que los chicos de la actualidad están en TikTok, Instagram y creando videos para conseguir muchos "me gusta". Sucede que, mientras más usan las redes sociales, más solos están. Algunos se deprimen porque no reciben comentarios o porque sus publicaciones no son compartidas. Y quienes nacimos sin internet, nuestras cuentas de Facebook, o de alguna otra red social, tienen pocas vistas, y terminamos dejando de publicar en ellas.
¿Qué nos pasa? Nos falta el contacto con el otro, pues somos seres sociales. Está muy bien el mundo virtual, pero comunicarnos con las personas en la realidad nos está costando. ¿Por qué? Por la cantidad de horas que pasamos frente a la pantalla. Las imágenes que vemos nos taladran la cabeza; los mensajes largos y la cantidad de grupos de WhatsApp saturan nuestra mente. Es tanta la información que nuestros ojos quedan desorbitados, y cuando cae la noche, nos sentimos solos.
Y si somos poetas o escritores y usamos las redes sociales para promocionar nuestras obras, cuando salimos de la pantalla, quedamos en silencio. Solo pensamos en las publicaciones que hemos dejado, para luego ingresar nuevamente al bosque virtual. En el fondo estamos solos: necesitamos vernos y encontrarnos. Si escribimos desde un café, la taza gira en silencio; si nos desplazamos por un parque, solo la brisa de un árbol nos acompaña; y si estamos en casa, la pantalla refleja nuestro rostro. Es ahí donde esperamos ser visitados por un ángel, un extraterrestre o, quizá, por esas casualidades, por un amigo o amiga. ¿Para qué? Para charlar.
Todo lo expuesto anteriormente no es para prohibir ni cerrar las redes sociales, ni para dejar internet a un lado y mudarnos a una isla desierta. Aunque, por lo caótico del mundo, quizá provoque vivir alejados de la civilización. Pero si no podemos hacer eso, ¿qué hacemos?
Podemos empezar buscando a aquellas personas con las que hemos dejado de hablar. Aunque suene paradójico, si están lejos, al menos llamarlas por teléfono; y, si es posible, encontrarnos en persona. Tener una mascota o sembrar una planta también ayuda, pues estos seres nos dan compañía. Si eres escritor o escritora, es bueno salir a algún sitio y tomar notas sobre lo que observas, ya que la observación te ayudará a crear historias.
Necesitamos la tecnología, sí, pero que sea una herramienta, no un sustituto de la vida real. Rodearte de personas positivas hará que tu alma despierte y se desprenda una sonrisa.
*CRÍTICA, LETRAS Y HUMANIDADES es una sección de opinión que elogia, censura, observa y valora, en parte o en su totalidad, las expresiones culturales, televisivas, literarias, históricas y de entretenimiento. En efecto, es escrita por un experto o conocedor del tema.