Pensé otra vez: "Pareciera que la literatura en el Perú ha muerto". Por el exterior, plazas, parques y en especial los comedores universitarios, es poco probable visualizar personas disfrutando de un libro.
RAFAEL CÁRDENAS SALVADOR
Lima | 17 ENE 2025
El bar Zela estaba semivacío. En los asientos no se lograba visualizar ningún espíritu en los asientos o escuchar alguna voz. La única muestra de vida provenía del mostrador y los exteriores: la plaza San Martín se mostraba en una oscuridad latente, pero se escuchaban conversaciones altísimas. El bullicio de los autos perturbaba. Desde mi posición, la entrada a Quilca parecía el camino hacia una ciudad muerta. Pensé: "¿Dónde está la bohemia que descubrí en los libros?". Me imaginé que no solo Quilca poseía un ambiente cultural, sino toda la plaza y sus alrededores. Algo estaba mal.
Pensé otra vez: "Pareciera que la literatura en el Perú ha muerto". Por el exterior, plazas, parques y en especial los comedores universitarios, es poco probable visualizar personas disfrutando de un libro. Lo que nos da a entender que son pocos los que obtienen los innumerables beneficios de la lectura, como la mejora de la concentración, así como el desarrollo de nuevas y fértiles pasiones.
Me di cuenta, por otro lado, de que en las redes sociales triunfa lo frívolo y negativo. No hay lugar para la literatura, una de las expresiones más bellas del arte. En el panorama actual, las portadas de los periódicos y el feed de las principales redes sociales muestran un resultado catastrófico: injusticias, corrupción, actos perversos, muertes, extorsiones e inseguridad ciudadana. Pareciera que estamos experimentando otro auge de la sección Policial de los medios de comunicación.
El asunto anterior alberga, furtivamente, millones de historias por narrar. Si los nuevos autores se lo proponen, lograrían escribir importantes novelas basadas en el Perú de los tiempos actuales. O sea, un país en el que los forúnculos sobran. Por lo que solamente bastaría recurrir a los hechos reales para el desarrollo de narrativas conmovedoras —con esto no quiero decir que el género ficción deba pasar a segundo plano, por supuesto—. Puede que el asunto suene sencillo, pero existe un factor que lo desmiente.
Desgraciadamente, soñar con ser escritor en el Perú es un suicidio. En el pasado, muchos escritores peruanos (Javier Heraud, Vallejo, Vargas Llosa y una lista sin fin) decidieron abandonar el país y buscar el sueño europeo para lograr publicar sus obras en una gran editorial. ¿Acaso la situación aún no ha cambiado? Parece que sí.
He tenido la oportunidad de conocer a personas que, impulsivas, desean publicar un libro en el futuro. Es emotivo escuchar la planificación de sus metas, pero a la vez preocupante. La crisis actual podría motivarlos a escribir o bien impulsarlos al abandono de sus sueños. Es una ruleta rusa. La fortaleza mental nos mantiene en pie, solo por ahora.
Podría haber continuado reflexionando durante horas, pero una voz interrumpió mis pensamientos. Me di cuenta de que estaba mirando la mesa de manera estúpida. Decidí no levantar la mirada. "¿Otro chilcano más?", preguntó la voz femenina. No respondí.
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