RAFAEL CÁRDENAS SALVADOR
Lima | 27 ABR 2025
Mis días han sido confusos por culpa de mi voluble estado de ánimo. Permanecía al inicio sereno y, sorpresa desagradable, en mi rictus se estaba impregnando la desazón. Fueron momentos difíciles. Si bien el temor comenzaba por la acumulación de trabajos universitarios, empezaba a ganar tamaño y dirigirse hacia directrices distintas. El no poseer los contactos suficientes era, en ese momento, lo que se adueñaba de mis pensamientos (tribulaciones).
¿Cómo podríamos, jóvenes como yo, conseguir buenos puestos de empleo? Muchos creen en la buena meritocracia, pero lo cierto es que en el Perú no siempre es un término llevado a la práctica, como se debería. En un limbo del que parecen no poder huir, existen egresados de las carreras de Periodismo que aún no logran asentarse en el mundo laboral. ¿Será acaso cuestión de tiempo para lograrlo, o permanecerán varados, sin explicaciones que consuelen? La situación se agrava y revuelve el estómago al encontrar casos similares en egresados de otras facultades.
Es difícil buscar, en la universidad, institutos o trabajos de carácter nómade, esos contactos sin que en la labor no parezcamos desesperados, ansiosos, sin autoestima, mendigos en busca de una humillante limosna.
Así me sentía yo: afiebrado de estrés, la cabeza hirviendo de coraje porque mi nombre no está acompañado de un apellido importante y sociopolítico. No obstante, existe una solución a mis males y a los de todos mis hermanos. Es, sí, formar una red de contactos, aunque con un método que lance resultados más fructíferos. Es intentarlo una vez más, lanzarse a todos los precipicios posibles, arriesgarse y vencer la timidez; conformar amistades no solamente nos permite conseguir y llegar a los contactos necesarios, sino que, además, hace que nuestros días sean menos inhóspitos.
Para conseguir trabajar en un medio (y puesto) deseado, no basta con imprimir decenas de currículums y atiborrar nuestro correo electrónico de envíos sin respuesta. El camino se basa en ser pacientes, sociables (como la profesión lo amerita), humildes y defensores inequívocos de nuestra dignidad.
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