Mi sueño era ser dibujante. Admiraba a "KARRY" (caricaturista del diario El Trome), también a "NIK" (el creador de Gaturro), y adoraba las tiras cómicas de Snoopy. Veía ese arte como el trabajo ideal
Caricatura de un banquero. Dibujo de Honoré Daumier (1808-1879) de 'Le Charivari' 1835
ALECK NIMA CARRERA
Santander | 03 ENE 2025
Mucho antes de que la idea —y las ganas— de ser escritor cruzaran por mi mente, yo solía tener como fieles compañeros una hoja blanca y un lápiz. Hablo de varios años atrás, cuando aún era un chiquillo y no me la pasaba comprando incontables libretas donde hoy en día apunto las ideas que se me ocurren.
Mi sueño era ser dibujante. Admiraba a "KARRY" (caricaturista del diario El Trome), también a "NIK" (el creador de Gaturro), y adoraba las tiras cómicas de Snoopy. Veía ese arte como el trabajo ideal. Sin embargo, mi habilidad no era la mejor. Yo no dibujaba, yo garabateaba; hacía cualquier cosa menos dibujar. Y cuando miraba esas cochinadas a las que yo llamaba dibujos, me odiaba mucho.
A pesar de todo eso, sentía que debía seguir intentando. Y con la familia que tenía, pensaba que algo de talento debía haber heredado en mis genes.
Una abuela que dibuja, un padre que dibuja y unos primos que también dibujan. Imposible frenarme tan rápido.
Con el tiempo, mejoré a pasos pequeños. Los tutoriales fueron de gran ayuda, y me gustaba el ritmo que, poco a poco, iba alcanzando. Sin querer, creé mis propios personajes y algunas tiras cómicas bastante simples, pero nada mal para un chico de secundaria.
Algunas gustaron y otras no tanto. Fue durante ese tiempo cuando entendí la frase: "La obsesión vence al talento". Mis caricaturas fueron mejorando; incluso a lápiz, se veían increíbles. Pero aún había un problema: aunque disfrutaba el dibujo y la creación de algo que podía arrancarle una sonrisa a otro, sentía que todo era demasiado forzado. Mis tiras tenían más texto que dibujo, lo que, de alguna manera, me empujó a inclinarme por la escritura. Y cada día que cojo una libreta o me siento frente al ordenador, me doy cuenta de que no hubiera tolerado dedicarme al dibujo a tiempo completo.
Mi corazón no latía con la misma intensidad cuando dibujaba, como lo hace ahora cuando estoy escribiendo un texto como el que leen en este instante.
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