Todos tenían una voz, un estilo, una forma. Algunos eran más literarios que otros. Pero si en algo se parecían, era en lo siguiente: como dice Bruce Lee, eran como el agua. Sabían adaptarse a la situación. Se apoderaban de los aspectos simples de la vida y los transformaban en temas de gran importancia.
ALECK NIMA CARRERA
Santander | 15 NOV 2024
Hasta el día de hoy recuerdo la primera columna que leí. Se publicaba en un periódico popular que acostumbraba a colocar imágenes de mujeres semidesnudas en su última página.
En el texto que leí aquella tarde, y con tan solo seis o siete años, narraba cómo era el periodismo varios años atrás y contaba ―usando muchas palabras coloquiales― cómo grandes reporteros se ganaron el lugar que tienen hoy en día. Es más que obvio que no mencionaré nombres ni apellidos, para así evitar hacerme de problemas. Pero me gustaría admitir que aquel escritor fue quien me enganchó en este hermoso género. Su estilo casual y sentido del humor me empujaron a leerlo en más de una oportunidad. No me importaba parecer un pervertido que veía la foto de alguna chica atractiva casi calata. Y, luego de meses de lectura, decidí buscar a otros genios columnistas.
Todos tenían una voz, un estilo, una forma. Algunos eran más literarios que otros. Pero si en algo se parecían, era en lo siguiente: como dice Bruce Lee, eran como el agua. Sabían adaptarse a la situación. Se apoderaban de los aspectos simples de la vida y los transformaban en temas de gran importancia. La nostalgia, la tristeza, el amor y la admiración solo eran unas herramientas que usaban a la hora de escribir un texto. Yo quería pertenecer a ese club.
Intenté ―y hasta hace poco lo seguía haciendo― ser como ellos, hablar como ellos, escribir como ellos. Sobre todo, homenajear al primer columnista que leí, ese que usaba como seudónimo el nombre de aquella avecita nocturna de ojos grandes. No miento cuando digo que estuve a nada de conseguirlo; incluso diseñé un personaje atractivo y carismático que se apoderaba de cada publicación. Sin embargo, alguien se atrevió a detenerme.
Una muchacha, que me ha obsequiado el privilegio de llamarla amiga con el poco tiempo que nos conocemos, que también ha leído mi novela, se paró frente a mí, llena de coraje, cuando le presenté las publicaciones boceto de estas columnas y, con firmeza, me dijo: “Este no eres tú”. Después de su llamado de atención, me regaló lindos consejos sobre ser auténtico y me hizo entender que debía tener una voz propia a la hora de escribir, de la misma forma en que escribí mi novela. Esas palabras y estilo sí eran míos.
Ahora sigo escribiendo, con la misma admiración que tengo hacia mis héroes literarios, pero sin perder mi esencia, con mi propia voz y estilo, sin dejar de ser yo.
*La columna <Mis palabras y punto> son artículos estrictamente de opinión que responde al estilo y a la forma del autor. Todas las columnas de opinión son ajenas al equipo de redacción de MISCELÁNEA y llevan un autor al inicio, en efecto, por preservar el derecho a la libre expresión la revista será imparcial.