ALECK NIMA CARRERA
Santander | 14 ABR 2025
Días atrás, visité un supermercado acompañado de mi madre. Y mientras hacíamos las compras, observé un balón de fútbol que se me hizo bastante atractivo; traía el escudo del equipo Racing de Santander.
Yo, todo emocionado, lo cogí e intenté hacer unas cuantas dominadas, pero en el tercer rebote perdí el control del balón y casi me traigo abajo unos productos de la tienda. Mi madre ―una mujer que no es tan discreta― soltó una carcajada y luego me dijo: “Hijo, mejor sigue escribiendo, que como futbolista te mueres de hambre”. Triste pero cierto. Yo jamás podría vivir del fútbol.
Primero, porque no es un deporte que llame mucho mi atención, precisamente. Ni siquiera observé los partidos que jugó Perú cuando obtuvo la participación en el mundial. Mucho menos era —ni seré— un fanático de algún club nacional o internacional.
Lo segundo, y creo que lo más importante, es porque siento que, a pesar de mis aún 23 años, mi físico no rendiría lo suficiente. Imagino que sentiría mucha fatiga solo de pensar que estaría corriendo por toda la enorme cancha o que me la pasaría de entrenamiento en entrenamiento. Eso sin contar el hecho de comer sano casi a diario. No lo soportaría; a mí me encanta empujarme un buen broaster de vez en cuando y pasar las tardes frente al ordenador preparando ideas para futuras columnas.
El fútbol es un gran deporte; nadie dice lo contrario. Pero siento que está sobrevalorado. Mi querido Perú destaca en muchas cosas, deportes incluidos; sin embargo, el fútbol no es el caso, le duela a quien le duela. Tenemos grandes cocineros, grandes escritores, grandes actores, grandes cantantes y muchos deportistas de élite en otras disciplinas que no son fútbol. Lo más gracioso es que nuestros futbolistas pueden llegar lejos, como se ha podido ver, pero prefieren hundirse solos, convirtiéndose en golpeadores o amantes de algún vicio.
Perú tiene grandes deportistas ―como mencioné en el párrafo anterior― pero es de verdad una pena que le brindemos tanto apoyo a un deporte en el que estamos prácticamente estancados y nos olvidemos de las personas que tienen tanta pelea por dar. Dios, ¡qué desgracia!
*La columna <Mis palabras y punto> son artículos estrictamente de opinión que responde al estilo y a la forma del autor. Todas las columnas de opinión son ajenas al equipo de redacción de MISCELÁNEA y llevan un autor al inicio, en efecto, por preservar el derecho a la libre expresión la revista será imparcial.