Hoy, aunque enfrentamos el desafío de hacer justicia por la herencia de mi padre, somos sus hijos quienes tomamos la antorcha. Luchamos no solo por su legado, sino por el honor de una madre que ha sacrificado tanto por nosotros. La lucha por la verdad y la justicia es nuestra, y no nos detendremos hasta que se haga lo correcto.
Madre e hija. Pintura al ólea de Virgnia Palomeque. 2006.
ALICIA HIGUERAS ALBA
España | 05 ENE 2025
En un mundo donde la adversidad a menudo parece ganar la partida, hay figuras que emergen con una luz propia, desafiando las tormentas de la vida y convirtiéndose en faros de esperanza y amor incondicional. Hoy quiero rendir homenaje a todas esas madres luchadoras, y en especial a la mía, quien ha sido un ejemplo de perseverancia y fortaleza.
Mi madre, Alicia Alba Morado, se encontró en una encrucijada en el año 2000, cuando la vida le arrebató a su compañero, mi padre, dejándola sola con dos hijos pequeños, de 7 y 9 años. En medio del dolor y la pérdida, ella demostró que el amor de una madre puede superar cualquier obstáculo. A pesar del profundo sufrimiento que le trajo la enfermedad de mi padre, ella se esforzó por mantener en secreto su grave estado de salud. Su deseo era que nosotros, sus hijos, tuviéramos los mejores recuerdos de nuestro padre, sin que la sombra de la enfermedad empañara nuestra infancia. En su valentía, encontró la manera de ser el refugio que necesitábamos, protegiéndonos de la tristeza y del dolor que ella misma llevaba en su corazón.
A pesar de ser ama de casa y de enfrentarse a la dura realidad de una herencia que fue manipulada por familiares y abogados, ella se mantuvo firme, luchando para que nunca nos faltara de nada. Su sonrisa y su dedicación se convirtieron en nuestro refugio, un hogar donde el sufrimiento se ocultaba para que nosotros, sus hijos, conserváramos el mejor recuerdo de nuestro padre.
Mi padre, Jose Higueras Eisman, fue un hombre admirado, un alto cargo en la industria publicitaria, conocido por su creatividad y ética profesional. Su legado, sin embargo, fue empañado por el dolor de su enfermedad y por las injusticias que se desataron tras su fallecimiento. A pesar de las adversidades, mi madre nunca permitió que el sufrimiento la definiera. Ella se convirtió en padre y madre a la vez, trabajando incansablemente desde el amanecer hasta el anochecer, demostrando una disciplina y resiliencia admirables.
A los 19 años dio a luz a su primer hijo y, dos años después, a su segundo, convirtiéndose en una madre joven pero decidida. Cuando perdió a su esposo, no se dejó vencer. En lugar de rendirse, se reinventó, explorando diversas profesiones: trabajó como tarotista, masajista, entrenadora personal y asesora de imagen, agente inmobiliaria... Entre otros. Su dedicación la llevó a convertirse en campeona de fitness en la década de los cuarentas, demostrando que nunca es tarde para luchar por nuestros sueños.
Hoy, aunque enfrentamos el desafío de hacer justicia por la herencia de mi padre, somos sus hijos quienes tomamos la antorcha. Luchamos no solo por su legado, sino por el honor de una madre que ha sacrificado tanto por nosotros. La lucha por la verdad y la justicia es nuestra, y no nos detendremos hasta que se haga lo correcto.
Es esencial mencionar que en Cataluña existe una ley que limita el tiempo para buscar justicia en casos como el nuestro, una normativa que va en contra de la dignidad y los derechos de los fallecidos y sus familias. La justicia no debería tener plazos que acoten el sufrimiento ni la lucha de aquellos que buscan honrar a sus seres queridos. Como dicta la Constitución española, la justicia debe prevalecer.
Hoy, rindo homenaje a mi madre, una mujer empoderada, que nunca permitió que su belleza o su situación la hicieran víctima. Ella siempre se valoró a sí misma y a nosotros, sus hijos, y por eso hoy quiero decirle: ¡Te quiero, mamá! Este artículo es para ti y para todas las madres que, como tú, se han visto obligadas a luchar solas. Gracias por tu amor, tu sacrificio y tu ejemplo.
Que tu historia inspire a otras mujeres a no rendirse jamás, a levantarse ante la adversidad y a seguir luchando por lo que es justo. Porque, al final del día, las madres son el verdadero corazón de nuestras historias, y su amor es el legado más poderoso que podemos recibir.
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