Hago una pausa, doy unos pasos. Al abrir la puerta, veo desde mi sentada insignificancia que el mundo continúa con su metamorfosis infinita.
YEFFERSON REYES QUINTO
Perú | 13 ENE 2025
Yazco tendido sobre el confort de mi cama, es un día diáfano que va disipándose como un beso atragantado. Pienso en el amor que se me ha escurrido como agua de entre mis palmas. ¿De qué sirve la nostalgia? ¿Qué sentido tiene la desazón? ¿Acaso el hombre que optó por el camino de la libertad tomó una decisión equivocada? ¿No será que juega a ser hombre y no es más que un niñato que poco o nada sabe sobre la vida?
Acaso, acaso… parece que todo se reduce al reproche. La desidia del hombre, su falta de tiento le condena. Uno debe convivir con la pesada carga de sus decisiones. No le queda de otra o morirá de nostalgia, imbuido por los excesos. Está claro que lamentarse no sirve de nada.
A lo lejos el horizonte se avizora, vaharina de tormentos acompasa el momento. Al ocultarse el sol no queda más que lo vivido, lo intentado, lo estropeado, la imagen resquebrajada de un ánimo venido a menos. Al final del día no queda más que un despojo del hombre que uno es.
Al día siguiente no queda, sino el hecho conciso de subsistir, que el tiempo sigue a su modo desenfadado y no hay más remedio que componerse de voluntad. La vida es el vigor de reponerse, la tarea de componerse de aprendizajes continuos.
Me repongo, me obligo a teclear líneas simplonas… despido unas ganas infernales de aprender. “Aún vivo”, me repito. Hago una pausa, doy unos pasos. Al abrir la puerta, veo desde mi sentada insignificancia que el mundo continúa con su metamorfosis infinita.
*Sobre el presente artículo, se hace de conocimiento no es meritorio de investigación científica, muchos de los temas que se abarcan son de propia percepción, por lo tanto, cada persona tiene su propia filosofía.
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